Para el poeta Héctor Cisneros, el pasado es presente, porque es ahora cuando se recuerda. En un viaje, los recuerdos no saben de distancias: son traer aquí a lo ausente. A veces traen aquello con dolor, otras con una sonrisa, o con ambas.
«Te he llevado como un mástil enterrado en el pecho,
así como una astilla
que algunas veces se siente y otras no,
que a veces me mata aunque parezca ausente
y en otras la atesoro
porque es el recuerdo que de ti me queda».
¿Qué podemos traer de vuelta a casa tras un largo viaje? Todo lo descubierto quedará lejos y se volverá una nueva ausencia. Quizá podamos traer nuevos significados, un misterio encontrado, una palabra que, ahora, al pronunciarla, contenga de verdad todo el mar.
«Te llevaría el mar en una gota
y en la palabra mar
para sembrar tu tierra con estrellas,
para polinizar la arcilla con espuma,
para de nuevo germinar
en tus mejillas el atardecer».
La sombra y la noche, sin embargo, se vuelven el símbolo de la ausencia presente que es el recuerdo. Los pasos pierden su destino porque el camino hacia lo que ya no es, no existe. Y en el mundo de la no luz, de la noche, lo que no es impone su presencia.
«Pero, en la nocturna ausencia,
tu sombra está más presente
en mis pasos sin destino,
en una vaga promesa de mañana,
en la vasta mar insomne de la noche».
Héctor Cisneros Vázquez se inició en el mundo de las letras cuando tenía sólo 16 años. A partir de allí no volvió a soltar la pluma: estudió un diplomado (SOGEM), la licenciatura (UACM) y una maestría (University of Texas), todas en la especialidad de Creación...
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